El lavado de manos con agua y jabón es una de las medidas de salud pública más simples, económicas y eficaces para prevenir enfermedades infecciosas como diarreas, infecciones respiratorias y complicaciones hospitalarias graves. Según expertos, las manos son los principales vehículos de transmisión de virus y bacterias, por lo que su correcta higiene es esencial para reducir la propagación de patógenos, incluyendo aquellos responsables de Enfermedades Transmitidas por Alimentos, como la salmonelosis o el síndrome urémico hemolítico (SUH).
La Dra. Valeria El Haj, directora médica nacional de Ospedyc, destacó la magnitud del desafío global. Citando datos de la OMS y UNICEF, señaló que “tres de cada diez personas en el mundo no cuentan con instalaciones básicas para lavarse las manos en sus hogares, y dos de cada cinco escuelas carecen de servicios de higiene adecuados, afectando a más de 800 millones de estudiantes”.
La especialista subrayó las graves consecuencias de esta carencia: “Cada año, la falta de higiene de manos está asociada a casi 400.000 muertes por diarrea y más de 350.000 muertes por infecciones respiratorias agudas”.
Para garantizar la efectividad del lavado, explicó que la técnica debe durar 20 a 30 segundos, cubriendo todas las superficies de las manos: palmas, dorsos, entre los dedos, uñas, pulgares y muñecas. Si bien el alcohol en gel puede ser útil cuando no hay agua y jabón disponible, nunca debe considerarse un reemplazo total.
En el marco del Día Mundial del Lavado de Manos, la Dra. El Haj hizo un llamado a la población: “Incorporar este hábito no es sólo una cuestión de higiene personal, sino un compromiso colectivo con la salud pública. Lavarse las manos en momentos clave —antes de comer, después de ir al baño, al llegar a casa o antes de atender a un niño o persona enferma— puede marcar la diferencia y salvar vidas”.