El nuevo pontífice eligió llamarse León XIV, en un gesto que evoca la tradición social de León XIII. Cercano a Francisco, promete un pontificado pastoral, humilde y comprometido con los más vulnerables.
Robert Francis Prevost Martínez eligió llamarse León XIV y quizá con ese apelativo apostólico esté enviando un mensaje al mundo sobre sus pretensiones como Pastor Universal de la Iglesia Católica a partir de un día histórico con epicentro en Roma y tras 12 años de Jorge Bergoglio en el trono de Pedro.
Es un nombre que remite, inevitablemente, a León XIII, el autor de Rerum Novarum, la primera encíclica social de la Iglesia, publicada en 1891. Aquel texto marcó un antes y un después en la Iglesia cristiana más numerosa: por primera vez un sumo pontífice habló de manera contundente sobre la desigualdad, la dignidad del trabajo y la justicia social. Que Prevost elija ese nombre, entonces, no parece un detalle menor sino una señal clara.

Prevost tiene 69 años, nació en Chicago, Estados Unidos, pero su alma se nutrió en la región andina. Vivió más de 40 años en el Perú profundo, lejos de la poderosa y resistente burocracia vaticana que gestiona los asuntos que le son propios al Estado más pequeño del planeta.
El flamante Vicario de Cristo sabe lo que es estar cerca de los que no tienen voz. Por eso, en la plaza de San Pedro, se escucharon este jueves testimonios de quienes arriesgan -quizá con exageración- en llamarlo, desde el arranque de su pontificado, “el Papa de los trabajadores y los necesitados”. Y no sólo por lo que representa simbólicamente, sino por lo que ha hecho. Su cercanía con el papa Francisco es conocida: lo conoció en Buenos Aires y desde entonces caminaron al mismo paso, por huellas de marcas parecidas.

Apoya con claridad la causa ecológica y cree en una Iglesia sinodal. Pero también traza límites. Por caso, se opone a la ordenación de mujeres, tal vez no por rigidez, sino porque considera que podría abrir nuevos conflictos sin resolver los que vienen desde hace mucho tiempo.