Una historia que estremeció a toda la comunidad de Babahoyo, Ecuador, tuvo como protagonista a Bella Montoya, una mujer de 76 años que fue declarada fallecida tras sufrir un accidente cerebrovascular, pero despertó de manera inesperada durante su propio velorio. El dramático episodio concluyó con su fallecimiento definitivo siete días después.
Durante la despedida familiar, los presentes comenzaron a escuchar golpes provenientes del interior del ataúd. La sorpresa fue total cuando uno de los asistentes gritó: “¡Hay un ruido en el ataúd!”, mientras otro exigía: “Abrí la caja, rápido”. Al abrir el féretro, los testigos afirmaron que Bella tenía los ojos abiertos y respiraba con dificultad.
La mujer había sido internada el 6 de junio de 2023 en el hospital Martín Icaza tras sufrir el ACV. El parte médico indicó su fallecimiento por paro cardiorrespiratorio sin respuesta a maniobras de reanimación. Su hijo, Bryan Barbera, relató el impacto del momento: “Todo fue tan rápido, tan frío. El médico simplemente me entregó el acta de defunción y me dijo ‘lo sentimos mucho’”.
Tras descubrir que Bella estaba con vida, fue trasladada de urgencia nuevamente al hospital en medio de un amplio operativo sanitario. El Ministerio de Salud abrió una investigación y se mencionó como posible causa un cuadro de catalepsia. Una fuente médica declaró a la prensa que “es impensable que no se haya realizado una confirmación clínica rigurosa”.
Durante su segunda internación, la familia permaneció en constante vigilia. “Vi a mi madre mover los dedos, tocar el techo. La toqué y sentí su calor”, relató su hijo. Sin embargo, a pesar de la esperanza, Bella falleció definitivamente a los siete días.
La familia cuestionó duramente los protocolos médicos utilizados. “No entiendo cómo se certifica la muerte de alguien sin estar completamente seguros”, expresó Bryan. El caso generó alarma social y reavivó el debate sobre los entierros prematuros. Incluso algunas funerarias informaron un aumento en las consultas y vecinos pidieron implementar sistemas preventivos como campanas o espejos dentro de los ataúdes.
La Fiscalía inició una investigación para determinar si existió negligencia profesional. El caso de Bella Montoya se transformó en un símbolo de la fragilidad humana y en un llamado urgente a revisar los protocolos clínicos y administrativos en los sistemas de salud.







