Inauguraron en Perú el sitio arqueológico de la ciudad de Peñico con 3500 años: La América más remota vuelve a la superficie

Fue parte de la civilización Caral –la más antigua del continente– y contemporánea de Babilonia y el Antiguo Egipto. Rompe el mito del «atraso» de los pueblos originarios.  

Hace 3500 años, en Egipto brillaba el Imperio Nuevo de la faraona Hatshepsut con los templos de Luxor y Karnak; Babilonia era amenazada por Asiria; Grecia transitaba la Civilización Micénica –faltaban mil años para el Partenón y para la primera dinastía China– y en la isla de Inglaterra se levantaban los monolitos de Stonehenge. Mientras, en el desierto del actual Perú, la humanidad avanzaba en paralelo: habían levantado la ciudad de Peñico, abierta al público por primera vez el sábado pasado con un Inti Raymi –fiesta del sol– luego de 8 años de excavación arqueológica.

Junto con la vecina ciudad de Caral –la más antigua de América con 5000 años y también ya excavada– estos hallazgos relativamente nuevos demuelen una idea anquilosada de hasta mediados del siglo XX: el supuesto de que las civilizaciones precolombinas eran “atrasadas” y nómadas “sin desarrollo”, poco interesadas en “modificar el paisaje” en su beneficio. Esa falacia está definitivamente descartada y es claro que, milenios antes de la llegada de los europeos, en América existían sociedades agrícolas sedentarizadas con arquitectura compleja y conocimientos de hidráulica y astronomía. Peñico –provincia de Huaura en la región de Lima, a 200 km de la capital– es una prueba existencial más de una cultura sofisticada que se desarrolló entre los años 1800 y 1500 a.C.

Un pensamiento desarrollado

Ya la elección del lugar para establecer la ciudad fue un acto de lógica racional: está en una terraza geológica a 600 m.s.n.m. cerca del río Supe entre montañas de 1000 metros –a distancia prudencial de las laderas–, a salvo de inundaciones y derrumbes, y a la vez en una zona de cómodo acceso para el intercambio comercial.

Según la arqueóloga Shady Solís, Peñico “se desarrolló siguiendo la tradición cultural de la ciudad de Caral –hay 12 km entre una y otra–; por su ubicación estratégica articuló a poblados de la costa y la sierra de Supe y Huaura, así como a los que vivían en el territorio andino-amazónico, el espacio alto-andino de la región”.

Una novedad de los trabajos de recuperación fue que el 80% de quienes trabajaron en las 17 hectáreas de Peñico son habitantes de la zona, algo importante para comenzar a subsanar los históricos reclamos de los pueblos originarios acerca de que científicos de otras regiones o países vengan a «remover tesoros» y restos arqueológicos sin permiso de los locales.

Hasta el momento los arqueólogos han hecho brotar de la tierra templos, complejos residenciales bien delimitados y el monumental centro administrativo con una estructura circular central y también cuadrantes en una terraza con muros y una plaza con edificios rectangulares de piedra y barro. En sus paredes tienen bajorelieves de pututus, un instrumento musical de viento hecho con caracolas que en las sociedades andinas se usaba para reunir a los pobladores y acontecimientos. Esto permitiría identificar al edificio como un espacio importante de actividad administrativa. En esa misma estructura con 18 construccions se excavaron esculturas de arcilla con personajes antropomorfos, figuras zoomorfas, esculturas policromadas con rasgos amazónicos y objetos ceremoniales como collares con cuentas de hueso y conchas marinas. 

En el sitio recién inaugurado se instaló una exposición interactiva de ciencia y tecnología andina, incluyendo recreaciones con lentes VR de inmersión virtual para «pasear» por la antigua civilización, gracias a una recreación del salón ceremonial y otros edificios públicos menores y zonas residenciales.

El centro ceremonial de Peñico.

La civilización Caral

A Peñico hay que entenderla en el contexto de la civilización Caral, la más antigua de América. La ciudad de Caral la descubrió la arqueóloga peruana Ruth Shady recién en 1997, y por eso aun no es muy famosa. De hecho está en excavación, aunque se la puede visitar. El dato más impactante es que en Caral hay pirámides levantadas hace 4625 años, cuando las más antiguas de Egipto –las de Saqqara– tienen 330 años menos. Por lo tanto las pirámides más antiguas de la humanidad serían las de Caral (la más alta tiene 28 metros, la mitad que las de Saqqara).

La ciudad de Caral tiene 32 estructuras monumentales y si bien no era más avanzada que sus contemporáneas en Egipto, India, Sumeria y China, tiene un gran diferencial a su favor: se desarrolló sin contacto alguno con otra gran civilización con la cual retroalimentarse. Su decadencia se debió a un profundo cambio climático.

Según el arqueólogo Marco Machacuay –investigador del Ministerio de Cultura de Perú– la importancia de Peñico radica en que es la continuación de la sociedad de Caral.

Los estudios actuales plantean que dentro de las sociedades del valle del río Supe, el auge de Peñico sería posterior al retroceso de la ciudad sagrada de Caral, resultado de diversas dinámicas económicas. Esto se manifestó en una sofisticada red de regadío y también de comercio: uno de los ejes de Peñico era la venta por trueque de hematita, un mineral con alta carga simbólica dentro de la cosmología andina».

Durante la inauguración se celebró un Inti Raymi, una fiesta ejecutada por miembros de pueblos originarios subrayando que lo aborigen en Perú en algo vivo y no una pieza de museo o un resto arquelógico. Y las ruinas de Peñico demuestran, una vez más, que absolutamente nada desaparece en el desierto: la obra humana queda allí oculta unos milenios y regresa apenas carcomida por el tiempo. Civilizaciones enteras acaso estén a flor de tierra, deseosas de un pincel de arqueólogo que las venga a destapar con suma delicadeza.    

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