«¡QUIERO DECLARAR!»: EL HOMBRE SOSPECHADO DE ASESINAR A DIEGO Y ENTERRARLO EN EL JARDÍN DE CERATI APARECIÓ EN LA FISCALÍA

Cristian Graf, el principal sospechoso de la muerte de Diego Fernández Lima, el adolescente que fue asesinado en julio de 1984 y cuyos huesos se hallaron en mayo de este año en una vivienda de Coghlan que supo alquilar en 2002 Gustavo Cerati, se presentó de manera espontánea en la fiscalía.

Graf fue hasta el edificio judicial, pero el fiscal Martín López Perrando no se encontraba: «Habló con un auxiliar fiscal y se mostró dispuesto a declarar».

La casa donde vivió Cerati entre 2001 y 2003 fue demolida para construir un edificio en el lugar.

Mientras continúa la incertidumbre para saber qué pasó con el joven, de 16 años, los ojos están puestos en Graf, compañero de Fernández en la secundaria, debido a que los huesos fueron encontrados en el patio de la casa de su familia.

Durante este lunes el fiscal Perrando le tomó testimoniales a otros testigos para seguir avanzando con la investigación.

Por el momento no hay ninguna imputación ni posible medida de detención contra el ex compañero de Fernández, aunque sí existen sospechas frente al hallazgo de los huesos en la vivienda que pertenece a la familia desde la década de 1970.

«Para nosotros no había muerto»

Mientras avanza la investigación para determinar quién asesinó de un cuchillazo al adolescente, su hermano menor, Javier Fernández Díaz, advirtió que la familia está «pasando momentos muy duros», después de que los huesos de su hermano fueran descubiertos décadas después y de casualidad por una obra en construcción.

«Para nosotros no había muerto, estábamos esperándolo. Fueron 41 años de dolor y espera. Estoy dolido, bastante, pasando estos momentos duros», sumó el hombre hoy de 51 años, quien además reconoció que la hipótesis de la familia fue durante todo este tiempo que el futbolista amateur había sido secuestrado por una secta a principios de la década del ochenta.

Diego Fernández Lima tenía 16 años cuando fue asesinado

Javier era chico cuando su hermano mayor desapareció un jueves al mediodía. Lo último que se supo de él es que almorzó con su madre, le pidió dinero para tomarse un colectivo y le explicó que visitaría a un amigo, antes de regresar al turno tarde de la escuela técnica a la que asistía.

«Crecí con esto. Tengo una angustia en el pecho, en el alma, indescriptible. Él 16, yo 10; era mi ídolo. Tengo la cama de él todavía. Me iba a buscar en bici a lo de mis amigos, tenemos los trofeos, medallas, fotos, su segunda moto», detalló.

La madre de Diego tiene más de ochenta años y nunca quiso mudarse por miedo a que su hijo algún día regresara. Tampoco se animó a cambiar el teléfono de línea y el dormitorio que el adolescente compartía con su hermano menor sigue intacto. Pero la ilusión de un posible regreso se desmoronó cuando se identificaron los restos del futbolista.

«Mi mamá anda con altibajos, a veces se levanta llorando, preguntándose por qué. Está bastante entera, pero ella siempre se asomaba a la ventana para ver si Diego venía», lamentó, al tiempo que aseguró que, pese a que el crimen prescribió, la familia luchará por la «Ley Diego» y no descartan solicitar un juicio por la verdad: «Queremos justicia. Saber qué, por qué, 16 años hacerle eso, no se justifica con nada».

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