UNA SONRISA Y UNA LECCIÓN SOBRE EL AMOR MÁS FUERTE: LA HISTORIA DE BRUNO, EL GUERRERO DEL MES DE LAS INFANCIAS

Neida Lima, mamá de Bruno, relata una historia de lucha, juego, fuerza y amor incondicional donde la niñez se defiende con risas y esperanza.

En Argentina, agosto es el Mes de las Infancias: un tiempo para celebrar y defender los derechos de niños y niñas, reconociéndolos como lo que son hoy -sujetos plenos de derechos- y no solo como futuros adultos. Es una oportunidad para recordar que la infancia no es una etapa de paso, sino un derecho en sí mismo, que merece cuidado, respeto y alegría. Un mes para valorar el juego, la educación, la salud, y sobre todo, la felicidad de cada niñez.

La niñez es esa etapa mágica donde todo parece invencible: juegos, risas y descubrimientos que se graban en el corazón. Sin embargo, hay infancias que, de un momento a otro, se ven interrumpidas. Que cambian las plazas por habitaciones de hospital, los cumpleaños por estudios médicos, y los días de sol por largas internaciones. Niñeces que enfrentan desafíos enormes, pero que nos enseñan a los adultos lecciones imborrables de fortaleza, esperanza y amor.

Bruno junto a su mamá, Neida

En esos primeros años, los recuerdos quizá se diluyen con el tiempo, pero las emociones permanecen. Incluso lo más difícil se guarda en algún rincón del alma y moldea lo que somos. Por eso es tan valioso cuidar cada instante: porque aunque no siempre se recuerde, siempre se siente. Neida Lima, mamá de Bruno, un pequeño guerrero cuya vida dio un giro inesperado a los ocho meses de edad, cuando recibió un diagnóstico que marcaría su camino: leucemia linfoblástica aguda tipo B de alto riesgo. Hoy, con apenas dos años, Bruno enfrenta la enfermedad con la inocencia intacta, entre risas, juegos… y tratamientos.

«Hasta los ocho meses de Bruno, todo era normal», recuerda Neida. «Un día apareció un ganglio en la nuca y me decían que era una picadura de mosquito. Pero yo no me quedé tranquila». Insistió una y otra vez en la guardia hasta que, el 27 de mayo, logró que le hagan un análisis de sangre. El resultado fue contundente: 120.000 glóbulos blancos (cuando lo normal es entre 5.000 y 10.000). El diagnóstico llegó rápido y sin anestesia: leucemia. «El oncólogo me dijo: ‘Para mí esto es una leucemia’. Y fue sin filtro. No es como en las películas. Estas son cosas graves, uno tiene que tomar acción ayer», cuenta sobre las palabras que uno nunca creí que iba a escuchar sobre un hijo, y que te cambian para siempre.

A los 8 meses de vida, Bruno fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda tipo B de alto riesgo

El golpe fue brutal, pero Neida no dudó en cómo transitarlo: «Podía dejarme caer o podía poner la mejor energía. Elegí lo segundo. Porque si yo me hundía, todo se iba a poner peor». Hubo momentos en que la coraza se quebró: caminatas alrededor del hospital con lágrimas incontenibles, refugio en la Iglesia, noches de desahogo. Pero siempre volvió a su misión principal: preservar la sonrisa y la niñez de Bruno: «Opté por esa actitud porque dije si yo me pongo mal y negativa, las cosas salían cada vez peor», recuerda.

La infancia de Bruno siguió latiendo entre quimioterapias, pinchazos y medicación. «Hacíamos de su habitación un mundo. Le llevábamos juguetes, me disfrazaba, jugábamos en el piso. Pasó más tiempo internado que en casa, y sin embargo no dejó de ser un niño feliz», dice con orgullo. Los planes ideales de crianza -sin pantallas, con actividades al aire libre, con rutinas de juego- quedaron a un lado. Pero eso no importó: lo esencial era que Bruno se sintiera amado y acompañado. Y lo consiguieron. «Hoy valoro lo mínimo. Verlo jugar con sus primos, tocar el piso del patio… son momentos que para otros son cotidianos y para mí son un regalo».

Bruno ya dejó atrás la etapa más intensa del tratamiento: la quimioterapia endovenosa. Ahora comenzó la quimio oral, en casa: «Estamos en la etapa de mantenimiento. El tipo de leucemia que tuvo es muy curable. Desde el día 33 está en remisión. Y cuando te dicen que tu hijo está en remisión, empezás a vivir como si estuviera sano. Porque el poder de la palabra es enorme y el universo escucha».

Bruno en su última quimioterapia junto a sus papás

Hoy, su deseo es claro y simple: «Tengo una imagen en la cabeza: él entrando de mi mano a su jardín. Tengo tanta ilusión de que conozca amigos, que socialice, que viaje. Lo que para otros es cotidiano, para nosotros es un sueño». En esta línea, destaca que Bruno es un nene increíble, como un superhéroe de carne y hueso que, a pesar de los pinchazos y un diagnóstico en su contra, lo superó todo con una sonrisa: «Es un niño feliz, nunca llora, nunca está de mal humor. Él siempre sonríe».

Bruno, con su sonrisa intacta, su energía inagotable y un entorno que no se rinde, está demostrando que la niñez, incluso atravesada por el dolor, sigue siendo un territorio posible. Porque cuando hay amor, contención y juego, hasta las paredes de un hospital pueden llenarse de infancia.

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